Habían pasado días desde que Namael había rescatado a Ana y aún no despertaba. La esperanza de que lo hiciera se disipaba con el paso de los días, en cambio se acrecentaba la preocupación por lo que podría venir. Los vampiros no habían dado señales de estar en búsqueda del pequeño ser de luz, pero ese silencio prolongado solo podría significar que estaban preparándose para un ataque bien estudiado y con mucha estrategia. “Que dios nos ampare” – susurró Namael mientras se disponía a orar sujetando fuertemente una hermosa cruz de madera labrada y una desgastada biblia de portada roja. Al terminar, se preparó para visitar al Arcángel Gabriel, quien había enviado una invitación días previos. – Definitivamente es algo sumamente grave para que el mismo Gabriel haya pedido verme - pensaba para sus adentros en tono pensativo, en tanto se dirigía a los aposentos del Árcangel más poderoso de Dios. La casa del Arcángel Gabriel, era una de las estructuras más hermosas que jamás se hayan visto en...