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LUMEN DE VAMPIRIS P7

 



Agarus y los otros demonios se disponían a continuar con el anima nexum de Fabio, quien sin energías yacía semi desnudo frente al portal del infierno.

Mientras se preparaban todos, Fabio aún adormecido y con poca fuerza, se preguntaba cómo era posible que todo haya salido tan mal. Lo único que debía hacer era el anima nexum y ahora el cielo y el infierno estaban enfrentados. Se sintió insuficiente, no merecía ser el heredero de la élite después de haber fallado tan tontamente en un ritual para el que se había preparado casi toda su vida.

 

En las últimas semanas, había empezado a sentirse débil, había perdido la capacidad de convertirse en murciélago y en lobo, su velocidad ya no aumentaba como velozmente lo hacía. La luz de Ana, estaba acabando con él, si eso sucedía, la descendencia de Agarus, uno de los vampiros más poderosos del mundo, se perdería, a menos que encuentren a otro heredero.

 

Mientras pensaba en todo lo que pasaría, una leve sacudida lo sacó de su ensimismamiento, era su madre que había sujetado su rostro con ambas manos.

-      No puedes rendirte ahora hijo, te has esforzado mucho para lograr el ritual. Hoy se acaba todo y serás el heredero de la élite – Mara lo observaba con determinación y esperanza, sin embargo, no pudo evitar soltar unas lágrimas que mojaron el rostro de Fabio. Mara lo abrazó fuertemente, luego se alejó para que procedan con el ritual.

 

Arzael y Belcebú colocaron el cuerpo de Ana cerca al de Fabio, entre tanto Agarus y Astaroth preparaban a Fabio para continuar con el ritual. Todos observaban impacientes a ambos seres. Con las pocas energías que aún le quedaban, Fabio se incorporó dispuesto a terminar con Ana. Dejó ver sus filosos y limpios colmillos, acercándose a Ana logró percibir su aroma, identificó flores, jazmines y lirios. Observó detenidamente su pequeño rostro palidecido, su cabello ondulado, sus facciones. – Es muy hermosa – pensó. Y viéndola indefensa, sola, desprotegida, sintió compasión por ella. - ¿Qué estoy haciendo? – Un mar de sentimientos lo invadieron, ¿acaso la luz de Ana había logrado tocar el alma oscura de Fabio produciendo nuevos sentimientos en él? - Fabio se detuvo en seco, dudando ahora si debía terminar el ritual.

 

- ¿Qué demonios estás esperando? - Espetó furioso Agarus, - ¡Hazlo de una maldita vez! ¡O ambos morirán esta noche! –

Los demonios se miraban unos a otros. Expectantes de lo que pasaría, permanecieron en silencio, atentos a lo que pudiese ocurrir. Esa noche, uno de los jóvenes entregaría su alma a Lucifer, como parte del trato, Agarus había aceptado su ayuda, aún cuando el alma de su heredero estaba en juego.

 

Fabio se repuso, totalmente concentrado, evitando pensar en la belleza de Ana y en los recuerdos de la noche que la conoció, con la mente en blanco, colocó sus colmillos en el cuello de Ana, quién ajena a lo que estaba ocurriendo y sobresaltada, soltó un último e inaudible suspiro.

 

Mientras la sangre de Ana formaba parte de las entrañas de Fabio, sintió cómo de forma impresionante sus fuerzas volvían a él, sus poderes retornaron, todos los sentimientos de bondad que alguna vez logró sentir se habían ido, las fuerzas malignas y de oscuridad habían ganado. Esa noche la luna brillaba en el cielo. El anima nexum de Fabio había culminado.

El joven vampiro se incorporó, recorriendo a todos con la mirada, se acercó a sus padres y brindándoles una previa reverencia, se abrazó con ambos.

Agarus y Mara se sintieron aliviados y victoriosos al ver a su hijo recuperarse. Los tres demonios esbozaban una maligna sonrisa y aplaudieron alegremente tras haber culminado el ritual de Fabio.

-      Ha sido todo por nuestra parte, Agarus. – Mencionó Azrael. Nos llevamos a la humana como sacrificio a nuestro señor Lucifer.

-      Gracias a todos, son bienvenidos a mi castillo cuando lo deseen. Envíen mi saludo a Lucifer- culminó Agarus, y Mara les brindaba una pequeña sonrisa.

Al despedirse todos, Fabio y sus padres se disponían a regresar al castillo, así como los demonios al infierno. Justo antes de que ingresen al portal con el cuerpo de Ana, escucharon un grito desesperado detrás de ellos. Horrorizados todos voltearon hacia donde venía. Era Fabio que yacía en el piso, estaba retorciéndose, gritando desesperadamente, se acercaron hacia él, dejando el cuerpo de Ana frente al portal. Nadie sabía lo que estaba pasando, todos se miraban confundidos sin explicarse de qué se trataba. Los ojos de Fabio estaban desorbitados.

¿Qué es esto? – Gritó Agarus. - ¡Ayúdenlo! - Exclamaba Mara consternada.

Los tres demonios de dispusieron a sujetar a Fabio, sin embargo, cuando intentaron tocarlo, su cuerpo despedía un brillo espantoso que los obligó a detenerse. Fabio empezó a levantarse sobre ellos, se elevaba en el aire, sin poder controlarse, sentía como si su cuerpo se quemaba internamente. – El ser de luz – pensó. Se estaba muriendo, y Fabio lo sabía, miles de recuerdos de su vida pasaron en ese momento, los desayunos con su madre, las largas jornadas a caballo junto con su padre, las tardes de entrenamiento para el anima nexum, las anécdotas con los otros jóvenes vampiros. Todo se iba a terminar, y no podía creerlo. Los esfuerzos de su padre por ayudarle a terminar el anima nexum no sirvieron de nada, los demonios no podían tocarlo ya, sus padres perturbados lo observaban desde el suelo. El cuerpo de Fabio se cubrió de una cegadora luz, se estaba produciendo el “lumen de vampiris”, un vampiro de alma oscura y malévola ahora tenía luz en su interior. Todos los poderes oscuros que poseía se fueron esfumando, la luz de Ana incluso en su débil estado fue mucho más poderosa que la oscuridad de Fabio. Subestimaron al pequeño ser de luz, y ahora estaba terminando con el joven vampiro.

Agarus y Mara desesperados, veían morir a su único hijo, Fabio cayó súbitamente frente a ellos, les alcanzó a mirar, sus profundos ojos negros perdían su color, exhaló y murió. Mara se lanzó al cuerpo de Fabio, las lágrimas brotaban de sus ojos como ríos, un nudo en la garganta no le permitía emitir palabra alguna, solamente podía llorar desconsoladamente. Agarus se mostraba inquebrantable, sabía que nada podía hacer ya.  Los demonios desconcertados, atinaron a acompañar a los esposos sin mediar palabra alguna.

-      Esto no ha salido nada bien – pensaba Belcebú, mientras buscaba una explicación para darle a Lucifer.

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