Agarus y los otros demonios se disponían a continuar con el anima nexum de Fabio, quien sin energías yacía semi desnudo frente al portal del infierno.
Mientras se preparaban todos, Fabio aún
adormecido y con poca fuerza, se preguntaba cómo era posible que todo haya
salido tan mal. Lo único que debía hacer era el anima nexum y ahora el cielo y
el infierno estaban enfrentados. Se sintió insuficiente, no merecía ser el
heredero de la élite después de haber fallado tan tontamente en un ritual para
el que se había preparado casi toda su vida.
En las últimas semanas, había empezado a
sentirse débil, había perdido la capacidad de convertirse en murciélago y en
lobo, su velocidad ya no aumentaba como velozmente lo hacía. La luz de Ana,
estaba acabando con él, si eso sucedía, la descendencia de Agarus, uno de los
vampiros más poderosos del mundo, se perdería, a menos que encuentren a otro
heredero.
Mientras pensaba en todo lo que pasaría, una
leve sacudida lo sacó de su ensimismamiento, era su madre que había sujetado su
rostro con ambas manos.
- No
puedes rendirte ahora hijo, te has esforzado mucho para lograr el ritual. Hoy
se acaba todo y serás el heredero de la élite – Mara lo observaba con
determinación y esperanza, sin embargo, no pudo evitar soltar unas lágrimas que
mojaron el rostro de Fabio. Mara lo abrazó fuertemente, luego se alejó para que
procedan con el ritual.
Arzael y Belcebú colocaron el cuerpo de
Ana cerca al de Fabio, entre tanto Agarus y Astaroth preparaban a Fabio para
continuar con el ritual. Todos observaban impacientes a ambos seres. Con las
pocas energías que aún le quedaban, Fabio se incorporó dispuesto a terminar con
Ana. Dejó ver sus filosos y limpios colmillos, acercándose a Ana logró percibir
su aroma, identificó flores, jazmines y lirios. Observó detenidamente su
pequeño rostro palidecido, su cabello ondulado, sus facciones. – Es muy hermosa
– pensó. Y viéndola indefensa, sola, desprotegida, sintió compasión por ella. -
¿Qué estoy haciendo? – Un mar de sentimientos lo invadieron, ¿acaso la luz de
Ana había logrado tocar el alma oscura de Fabio produciendo nuevos sentimientos
en él? - Fabio se detuvo en seco, dudando ahora si debía terminar el ritual.
- ¿Qué demonios estás esperando? - Espetó furioso
Agarus, - ¡Hazlo de una maldita vez! ¡O ambos morirán esta noche! –
Los demonios se miraban unos a otros.
Expectantes de lo que pasaría, permanecieron en silencio, atentos a lo que
pudiese ocurrir. Esa noche, uno de los jóvenes entregaría su alma a Lucifer,
como parte del trato, Agarus había aceptado su ayuda, aún cuando el alma de su
heredero estaba en juego.
Fabio se repuso, totalmente concentrado,
evitando pensar en la belleza de Ana y en los recuerdos de la noche que la
conoció, con la mente en blanco, colocó sus colmillos en el cuello de Ana,
quién ajena a lo que estaba ocurriendo y sobresaltada, soltó un último e inaudible
suspiro.
Mientras
la sangre de Ana formaba parte de las entrañas de Fabio, sintió cómo de forma
impresionante sus fuerzas volvían a él, sus poderes retornaron, todos los
sentimientos de bondad que alguna vez logró sentir se habían ido, las fuerzas
malignas y de oscuridad habían ganado. Esa noche la luna brillaba en el cielo. El
anima nexum de Fabio había culminado.
El
joven vampiro se incorporó, recorriendo a todos con la mirada, se acercó a sus
padres y brindándoles una previa reverencia, se abrazó con ambos.
Agarus
y Mara se sintieron aliviados y victoriosos al ver a su hijo recuperarse. Los
tres demonios esbozaban una maligna sonrisa y aplaudieron alegremente tras haber
culminado el ritual de Fabio.
- Ha
sido todo por nuestra parte, Agarus. – Mencionó Azrael. Nos llevamos a la
humana como sacrificio a nuestro señor Lucifer.
- Gracias
a todos, son bienvenidos a mi castillo cuando lo deseen. Envíen mi saludo a
Lucifer- culminó Agarus, y Mara les brindaba una pequeña sonrisa.
Al
despedirse todos, Fabio y sus padres se disponían a regresar al castillo, así
como los demonios al infierno. Justo antes de que ingresen al portal con el
cuerpo de Ana, escucharon un grito desesperado detrás de ellos. Horrorizados
todos voltearon hacia donde venía. Era Fabio que yacía en el piso, estaba
retorciéndose, gritando desesperadamente, se acercaron hacia él, dejando el
cuerpo de Ana frente al portal. Nadie sabía lo que estaba pasando, todos se
miraban confundidos sin explicarse de qué se trataba. Los ojos de Fabio estaban
desorbitados.
¿Qué
es esto? – Gritó Agarus. - ¡Ayúdenlo! - Exclamaba Mara consternada.
Los
tres demonios de dispusieron a sujetar a Fabio, sin embargo, cuando intentaron
tocarlo, su cuerpo despedía un brillo espantoso que los obligó a detenerse.
Fabio empezó a levantarse sobre ellos, se elevaba en el aire, sin poder
controlarse, sentía como si su cuerpo se quemaba internamente. – El ser de luz
– pensó. Se estaba muriendo, y Fabio lo sabía, miles de recuerdos de su vida
pasaron en ese momento, los desayunos con su madre, las largas jornadas a caballo
junto con su padre, las tardes de entrenamiento para el anima nexum, las
anécdotas con los otros jóvenes vampiros. Todo se iba a terminar, y no podía
creerlo. Los esfuerzos de su padre por ayudarle a terminar el anima nexum no
sirvieron de nada, los demonios no podían tocarlo ya, sus padres perturbados lo
observaban desde el suelo. El cuerpo de Fabio se cubrió de una cegadora luz, se
estaba produciendo el “lumen de vampiris”, un vampiro de alma oscura y malévola
ahora tenía luz en su interior. Todos los poderes oscuros que poseía se fueron
esfumando, la luz de Ana incluso en su débil estado fue mucho más poderosa que
la oscuridad de Fabio. Subestimaron al pequeño ser de luz, y ahora estaba
terminando con el joven vampiro.
Agarus
y Mara desesperados, veían morir a su único hijo, Fabio cayó súbitamente frente
a ellos, les alcanzó a mirar, sus profundos ojos negros perdían su color, exhaló
y murió. Mara se lanzó al cuerpo de Fabio, las lágrimas brotaban de sus ojos
como ríos, un nudo en la garganta no le permitía emitir palabra alguna,
solamente podía llorar desconsoladamente. Agarus se mostraba inquebrantable,
sabía que nada podía hacer ya. Los demonios
desconcertados, atinaron a acompañar a los esposos sin mediar palabra alguna.
- Esto
no ha salido nada bien – pensaba Belcebú, mientras buscaba una explicación para
darle a Lucifer.
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